17 Sep La piñata
Queridos lectores, durante los últimos 10 días de mi vida me he sentido como una chocolatina encerrada dentro de una piñata esperando a que un niño venga y la reviente. Os podéis imaginar la presión que se siente sin saber cuándo ni cómo será el golpe. Durante los últimos años de mi vida, las cosas no me han ido especialmente bien y cuando uno vive inmerso en el dolor a veces se ve incapaz de escapar de él. Llevo años viviendo en un eterno estado de alerta esperando a que llegue la próxima catástrofe.
Mientras escribo sobre el dolor me siento una tremenda impostora, ¿quién soy yo para hablar de él?, ¡si hay gente muriéndose! ¡sin hogar! ¡sin comida! ¡sin piernas o sin brazos!, ¿cómo voy yo a deciros que sufro por no poder pagar el alquiler? ¿o porque no me han invitado al cumpleaños de Nosequién? ¿o porque se me ha roto la furgoneta?, ¡maldita sea!
La normatividad, por lo general, es una mierda, porque nos dice lo que es y lo que no es importante, y eso de que todos tengamos que regirnos con el mismo sistema de calificación emocional me revienta. Las normas no escritas nos hacen juzgarnos entre nosotros y pintar cuadros desastrosos de personas a las que no conocemos. ¿Quién eres tú para pensar que una persona sin hogar es infeliz? ¿Quién eres tú para pensar que, el hecho de que no me inviten a un cumpleaños, no debería de afectarme? Definitivamente, estamos perdiendo la capacidad de ayudar y pedir ayuda, no sabemos hacerlo principalmente por dos razones:
- Nos avergonzamos de lo que sentimos y no lo compartimos, porque todos nuestros problemas son siempre “una tontería” que no deberían afectarnos. Mostrar debilidad y vulnerabilidad nos aterra. Acordaros, ¡tenemos que ser fuertes y felices! (cuanta hipocresía).
- Porque juzgamos a los demás desde un sistema de creencias normativo en lugar de hacerlo desde un lugar empático y reflexivo. Si algo no es importante para la sociedad, entonces tampoco debería de serlo para ti, ¡pues menuda mierda!
Estoy contando todo este rollo con la ligera esperanza de que alguien comience a ser más compasivo con la gente que tiene alrededor, pero como sé que esto no va a pasar nunca (la gente está demasiado atareada comprado cosas por Amazon y destruyendo el planeta, yo la primera), os invito al menos a practicar la autocompasión, es guay hacernos responsables de lo que sentimos y cambiar el “esto no debería de afectarme, voy a mirar hacia otro lado” por un “esto me afecta y ME responsabilizo de ello”.
Otra opción es usar una frase mágica que nadie sabe usar y es genial, te la cuento en secreto: “Esto es importante para mí, por favor, ayúdame”. Por experiencia propia te diré que funciona de maravilla, pero hay que tener muchos ovarios para decirla, yo tengo unos bien gordos, me lo ha dicho la ginecóloga, por eso a veces me armo de valor y la digo.
Me despido, porque creo que el niño está a punto de romper la piñata, ojalá el aterrizaje en el suelo me lo amortigüe una nube de azúcar y si por lo que sea no pasa, hoy Granada me sonríe con un manto de ayuda.
Gracias por leer esta mierda de blog.
Sorry, the comment form is closed at this time.