La pandemia

Nunca antes se vio un planeta como el nuestro. Hace años convivieron en él más de 30 millones de especies animales y la biodiversidad del planeta parecía no tener fin. Fue una tierra rica, llena de agua salada, verdes prados y altas montañas que parecían tocar el cielo. Los ríos y cascadas formaban grandes lagos que se confundían con el mar. Esta historia cuenta como el planeta Tierra consiguió salvarse de la peor epidemia que jamás haya conocido. Un virus que desoló al mundo y que dejó consecuencias irreversibles. 

Fueron 4.540 millones de años de armonía. El perfecto equilibrio en el que vivía el planeta fue la envidia de todo aquel que se asomaba a ver nuestro mundo. La lluvia alimentaba a la tierra y las plantas crecían para que los animales herbívoros pudieran existir y los carnívoros pudieran comérselos. El ciclo de la vida era inagotable. 

Pero un día, hace más 1.000 años, llegó el virus que lo infectó todo. Fue un depredador que no tuvo rival y que dejó indefensas a todas las especies del planeta. Se destruyeron los grandes prados verdes y miles de animales se vieron obligados a abandonar sus hogares. Los mares se llenaron de plásticos y cientos de especies marinas murieron. Las altas montañas dejaron de tener nieve. Grandes pájaros de fuego atravesaban el cielo expulsando al aire grandes cantidades de C02 que provocaron un gran agujero en la capa de ozono. Desaparecieron ríos y lagos.  Se calcula que 2.970 millones de especies animales murieron y otras muchas consiguieron sobrevivir escondiéndose en lugares recónditos del planeta. Las plantas, los árboles y las flores morían casi aún más rápido, unas 600 especies desaparecidas cada 250 años. El virus que se propagaba por cada rincón del mundo. No lo movía la supervivencia, no mataba para sobrevivir, se alimentaba de la codicia y la ambición. Arrasaba con todo sin contemplaciones. 

  • ¿Porque a nosotros? -se preguntaba el planeta Tierra – ¿que hemos hecho para merecer esto?

El poder del virus se hizo tan fuerte que ya era imposible derrotarlo. Sus dominios se extendía por cada esquina, por cada rincón. No había armas con las que atacar, ni animal más fuerte que él. El Planeta quedó sumido en un letargo de desolación y resignación en el que ya solo quedaba esperar a que llegara el final. 

Solo había algo que podía derrotar al virus: el propio virus. Su hambre de codicia, sus ansias, su egoísmo, su mezquindad, su soledad y su avaricia lo llevó a la autodestrucción. Fue un suicidio involuntario generado por el deseo de tener más de lo que tenía a su alcance. Cuando ya lo has destruido todo, ¿que más puedes hacer?. Y así fue como el coronavirus consiguió extinguir a la raza humana, y por ende, salvar el mundo. 

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