EL TREN

Hoy escribo esto desde el suelo,  ¿y desde donde mejor?. Desde aquí se observa sin ser visto y nadie te hace caso. Hoy escribo desde un suelo que se mueve despacio, a unos 30km/h. Atravieso una isla entre cascadas, puentes y selvas. Pensar que ahora se pare este tren me aterra. 

Durante este viaje he pensado mucho en el amor. Pero en el amor de verdad, que es muy distinto al amor de las películas. Aunque ninguna historia de amor verdadero se salva de tener alguna anécdota que supere el limites de la realidad, y es que sino, ¿que es el amor?

Quitando todo lo que le sobra, y desmitificando un poco esta palabra tan grande, diré que el amor es “casa”. Casa es estar en un sitio seguro, caliente y confortable. Es al lugar al que siempre quieres volver después de un mal día o un largo viaje. Es el lugar en el que te desnudas y eres tú mismo. “Casa” es donde siempre está tu película favorita y tu libro favorito. Estar en “casa” es comer y dormir bien. Es estar en paz. Un refugio, un remanso. Disfrutamos de estar en casa porque es un momento en el que no esperamos nada de nadie y nos limitados a ser felices satisfaciendo nuestros propios caprichos. Estar en casa es no rendirle cuentas a nada ni a nadie. Es dejar los michelines colganderos, quitarte el maquillaje y hacerte un moño. Bailar frente al espejo, cantar en la ducha y desfilar con tu mejor modelito por el pasillo. 

El verdadero amor, cuando le has quitado todo lo demás, es dejar de tener miedo. 

He escuchado historias de algunos que decidieron dejar de encontrar el amor, pero es que lo andaban buscando en sitios muy equivocados. Esperaban que ocurrieran cosas: que el cielo se pusiera rosa, que la tierra girara más despacio, ser más felices, ser más guapos, los hay incluso que creyeron que al enamorarse les crecería el pelo. Y, ¿que decepción verdad? Cuando nunca ocurre nada. Normal que la gente tire la toalla y abandone la idea del amor al ver que nunca se cumplían sus expectativas.

El verdadero amor, cuando le has quitado las expectativas, es no esperar nada a cambio. Y te hablo del amor real, del que pega como el pegamento, del que es para toda la vida. 

He oído otras historias de personas que son dos personas porque que tienen mucho miedo a ser una sola persona. Cuando decides ser solo una persona, en cualquier lugar, en cualquier circunstancia, pase lo que pase, y hasta que la muerte nos separe, es como casarte contigo mismo, es una promesa de “no renuncia” con tus deseos más profundos. Es hacer el ridículo y tener el alma joven para siempre. Y es que amigos, cuando te casas contigo mismo, conviertes cada rincón del planeta en tu hogar, salvo con la diferencia de que tienes que llevar ropa puesta.

El amor de verdad, ese que está por encima del bien y del mal, es ser fiel a ti mismo pase lo que pase. Es “yo primero”.

¿Que esperabais entonces? ¿Que alguien se enamorara de vosotros? ¿De quién exactamente? ¿Quienes sois? ¿Donde está vuestra capacidad de amar? De amaros. ¿Donde estáis? ¿Donde está vuestra casa?

El amor de verdad es “casa”. Es alguien que admira tus virtudes y sonríe ante tus defectos más oscuros. Es alguien que te observa desde el suelo de un tren a más de 10.000km de su hogar y sienta que ahí, en esos ojos, está tu casa.

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